jueves, 23 de octubre de 2008

El Sueño de la Pergola de Rosas


Es tiempo de festejar, es tiempo de reunirnos todos, todas las comunidades que semana a semana nos reunimos, compartimos y preparamos nuestro trabajo con los chicos a los cuales estamos avocados...

Este tiempo se hace presente en Octubre, el mes de la comunidad, mas precisamente el Próximo viernes 31, donde nos juntamos a rezar y compartir el año.

Este es un momento para hacernos presentes como personas y como comunidad en la gran comunidad que es el Pio IX, y su centro juvenil, y por eso es importante.

Este año, es un sueño de Don Bosco el que nos ayuda a reflexionar y ponernos en sintonía con Dios para continuar viviendo con fuerzas nuestro camino.


La invitación es a hacernos presentes, a compartir y a disfrutar del momento, por eso tenemos que estar todos presentes en esta fecha tan importante...

A continuacion, les dejo texto, que como dice el titulo, se llama "El sueño de la pérgola de Rosas".


Un día, en el que estaba muy preocupado por los muchachos del oratorio, volví a soñar con María Auxiliadora.
Ella me tomó dulcemente del brazo y me llevó hasta un hermoso jardín. Allí había un viejo y gran portal con columnas y vigas que sostenían una gran enredadera cargada de hojas y de flores que la envolvían trepando hacia arriba en forma de toldo.
Este portal era como la entrada a un camino bellísimo, en el que se extendía una pérgola cubierta en sus costados y su techo de grandes rosales recién florecidos.
Todo el suelo estaba cubierto de rosas.
María me miró y me dijo que me sacara los zapatos.
Cuando me quedé descalzo agregó:
“Bueno Juan, empezá a caminar bajo la pérgola; este es el camino que tendrás que seguir”.
Me pareció bien quitarme los zapatos; no me hubiera gustado pisotear esas rosas tan hermosas. Empecé a caminar y me di cuenta enseguida que las rosas traían agudísimas espinas que me hacían sangrar los pies, así que tuve que parar a los pocos pasos y me volví para atrás.
“Acá hacen falta los zapatos”- le dije a María, que era mi guía.
“Tenés razón”- me dijo; “Hacen falta buenos zapatos”.
Volví a ponerme los zapatos y empecé a caminar de nuevo, con algunos otros que aparecieron en ese momento pidiendo caminar conmigo.
Ellos caminaban conmigo bajo esa pérgola, que era de una hermosura increíble. Pero a medida que avanzábamos, la pérgola se hacía más estrecha y más baja. Colgaban muchas ramas del techo y volvían a levantarse como si fueran guirnaldas; otras caían atravesadas. De los rosales que había en los costados salían ramas que también se atravesaban en el camino, otras formaban como arbustos que lo invadían y otras serpenteaban a poca altura del suelo. Todas las ramas y los arbustos estaban cubiertos de rosas y yo no veía otra cosa más que rosas por todas partes; veía rosas a los costados, rosas por encima de mí y rosas bajo mis pies.
Aunque sentía terribles pinchazos en los pies mientras caminaba, iba tocando las rosas y sentía que había espinas más afiladas escondidas por debajo. Pero seguí caminando. Mis piernas se enredaban con los ramos extendidos por el suelo y se llenaban de rasguños; movía una rama de rosal atravesado en el camino o me agachaba para esquivarlo y me pinchaba. Me sangraban las manos y estaba lastimado en todo el cuerpo. Todas las rosas escondían una enorme cantidad de espinas. Pero a pesar de todo, animado por la Auxiliadora, seguí mi camino.
Los que me veían caminar bajo esa pérgola, que eran muchísimos, decían: “¡Don Bosco anda siempre entre las rosas! ¡Todo le va bien! No veían como las espinas me lastimaban todo el cuerpo.
Muchos sacerdotes y laicos, invitados por mi, habían comenzado a caminar conmigo, por la belleza de las flores; pero al darse cuenta de que había que caminar sobre espinas, que pinchaban por todas partes, empezaron a gritar: “¡Nos equivocamos!”
Yo les respondí: “El que quiera caminar sin dolor sobre las rosas, que se vuelva. Los otros, que me sigan”.
Muchos se volvieron atrás. Después de un buen trecho de camino, me di vuelta a ver a mis compañeros. Me dio mucha pena ver que algunos ya no estaban y otros volvían las espaldas y se alejaban. Yo también retrocedí un poco para llamarlos, pero fue inútil. Ni siquiera me escuchaban. Entonces me puse a llorar y pensaba: “Será que tengo que hacer este camino yo solo?”
Pero enseguida vi llegar grupo enorme de sacerdotes y de laicos que me decían: “Somos tuyos y estamos dispuestos a seguirte!” Entonces me puse delante de ellos y volví a caminar. Solo algunos se desanimaron y se detuvieron. Una gran parte de ellos llegaron conmigo hasta el final del camino.
Después de pasar la pérgola, me encontré en un hermosísimo jardín. Mis compañeros de camino estaban más flacos, muy cansados y lastimados. Se levantó de repente una leve brisa y a su soplo, todos quedaron sanos.
Corrió otro leve aire y de repente aparecí rodeado de una cantidad enorme de jóvenes, laicos y también sacerdotes que se pusieron a trabajar conmigo guiando a aquellos jóvenes. Alcancé a reconocer a varios de ellos, pero a muchos otros no los conocía.
Mientras caminábamos, llegamos a un lugar algo elevado del jardín y nos encontramos frente a un hermoso edificio. Cuando entré me encontré con una gran sala adornada por completo con rosas fresquísimas y sin espinas que daban un aroma suave y delicioso.
Entonces, María me preguntó:
“¿Sabés que significa lo que ves ahora y lo que viste antes?”
“No” – le respondí, “te ruego que me lo expliques”.
Entonces me dijo: “Sabé que el camino que recorriste, entre rosas y espinas, significa el trabajo que tenés que realizar por el bien de los jóvenes. Vas a tener que andar con zapatos buenos y fuertes. Las espinas del suelo representan las simpatías o antipatías que distraen al educador de su verdadero fin, lo hieren y lo detienen en su misión impidiéndole caminar y acompañar a los jóvenes. Las rosas son el símbolo de la enorme bondad y esfuerzo, que debe ser tu distintivo y el de todos tus colaboradores. Las otras espinas significan los obstáculos, los sufrimientos, los disgustos que te esperan. Pero no pierdas el ánimo, con tu bondad y tu esfuerzo superarás todo y llegarás a las rosas sin espinas”.
Apenas terminó de hablar la Auxiliadora, me desperté en mi habitación.

Don Bosco había comprendido el sueño y aseguraba que, a partir de entonces, se dio cuenta de camino que debía recorrer; que ya conocía todas las dificultades con las que se encontraría y que, si bien serían muchas las espinas sobre las cuales debería caminar, estaba seguro de la voluntad de Dios y del éxito de su tarea.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

llevo muchos años con la familia salesiana, mas de 40, siempre que escuche este relato me impacto, y calo muy profundo, lo que mas me alegra es que aun hoy, leyendo, siento lo mismo,y me mueve a seguir adelante. Mañana 28/10/10, estaremos de convivencia con un grupo de jóvenes, leeremos este relato, espero y deseo que haga en ellos lo mismo que hizo en mi, ser seguidor de Cristo al estilo salesiano. Un abrazo en María Auxiliadora

Anónimo dijo...

Wow yo soy un adolescente de 14 años que estudia en un colegio salesiano y la verdad me sorprende ver este tipo de comentarios, de gente que sigue hace tanto a Don Bosco. y asi como ud yo tampoco no me canse nunca de escuchar este relato, justamente ahora estoy haciendo un trabajo con respecto a este, y bueno necesitaba refrescar... me alegra ver esto :D